Terminó la temporada de pesca de salmónidos de 2003 y de nuevo empieza la cuenta atrás, casi anhelando ya la apertura de la próxima campaña que nos permitirá volver a disfrutar a la orilla de un río. En estos momentos, ya más o menos metidos en actividades “de invierno” como montar moscas, revisar equipos, leer, salir a pescar otras especies, etc., será fácil dejarse llevar por los recuerdos y, queriendo o no, nos veamos haciendo balance de lo que han sido las jornadas de pesca de la temporada. Puede ser que el poso de nuestras vivencias e impresiones en esos ríos “de Dios” (con permiso de las autoridades hidráulicas competentes), con sus salmones, truchas, insectos, riberas, etc., nos incite a reflexionar sobre sus problemas, en cuyo caso no sería raro que acabara por perturbar nuestra conciencia con serias inquietudes sobre su futuro.

El caso es que cada cual habrá tenido mejores y peores días de pesca: los afortunados posiblemente hayan tenido algunas jornadas inolvidables (sobre todo los que van a pescar muy a menudo). Es muy probable también que muchos, los más, sobre todo los que van a pescar salmónidos menos de 15 o 20 jornadas al año, apenas hayan podido disfrutar de alguno de esos días memorables. Unos y otros, seguramente también habrán cosechado algún que otro sonoro “bolo”, casi siempre en proporción al esfuerzo de pesca que se ha dedicado. Indudablemente, gozar de un puñado de buenos días de pesca, sobre todo con peces verdaderamente salvajes, puede salvar cualquier temporada. Al pescador que le guste estar en el río, seguramente a la mayoría, poco le importarán las muchas jornadas que haya tenido que invertir para poder vivir esas pocas auténticamente memorables. Sin embargo, si uno es de aquellos pescadores que no viven cerca de un río truchero o salmonero, que sólo pueden “escaparse” a pescar unos cuantos días al año (siempre pocos) o a lo sumo algún fin de semana; ay amigo, ¡tú sí que lo tienes crudo! Si planificas y eliges bien, tienes un poco de suerte y estás dispuesto a viajar, podrás tener algunos buenos días de pesca, más probablemente en un tramo de montaña y acotado, donde con un equipo adecuado puedes disfrutar mucho con la variedad de posturas y las truchas normalmente menos selectivas y lógicamente más pequeñas que en tramos inferiores. Si no, quizá seas de los que sin pescar muchos días al año, sí que pescas días seguidos en una zona más concreta, generalmente aprovechando períodos vacacionales. En este caso y nuevamente con más probabilidad en tramos de montaña, tal vez puedas asistir a unas cuantas buenas y variadas eclosiones de insectos, con las correspondientes cebas de los peces que hacen feliz a cualquier mosquero de bola o de látigo.

Desgraciadamente, muchos vivimos la inquietante percepción de que, salvando esperanzadoras excepciones, el estado general de nuestros ríos sigue una tendencia muy inquietante. Quizá seamos demasiado pesimistas y no sea para tanto. Quizá algunos de vosotros tengáis una impresión más positiva. Nos alegraría estar equivocados, pero lo cierto es que, aún intentando dejar a un lado los tópicos del pasado que siempre fue mejor, solamente revisando lo publicado en medios de pesca y recabando impresiones de bastantes amigos pescadores en los últimos años, no podemos sino poner en evidencia el progresivo deterioro de nuestros ríos. Entendemos que quien hoy guarde una impresión netamente positiva del estado de los ríos a partir del balance de sus jornadas de pesca de la últimas temporadas probablemente será, bien porque ha ido muchos días a pescar, o bien porque ha cosechado un porcentaje de éxito anormalmente alto.

Y es que, de modo general, sentimos que el ritmo de regresión de las poblaciones y hábitats salmonícolas hoy por hoy supera con creces el de aplicación de los remedios. Si a nuestras impresiones como pescadores le unimos alguna sensibilidad por el medioambiente fluvial y un poco de información sobre las amenazas y agresiones que viene sufriendo a diario, nos tememos que la conclusión será aún más negativa y los augurios más sombríos. Con pocas dudas, encontramos que nuestros ríos en general vienen empeorando apreciablemente, si no año a año, sí en una serie de años.

A riesgo de hacernos pesados, tenemos que insistir en esta idea. No se trata de caer en el alarmismo, más bien de ser realistas. Por desgracia, muchos coincidimos en que cada vez más tramos que hace no demasiados años albergaban poblaciones trucheras de calidad, están deteriorándose significativamente, incluso de forma aparentemente irremisible en algunos casos. También muchos coincidimos en que nos desplazamos cada vez con mayor frecuencia a practicar nuestra afición a tramos de cabecera, olvidando progresivamente los tramos medios donde los peces y su hábitat suelen estar sometidos a importantes condicionantes humanos, y donde a menudo la densidad de invertebrados y peces es baja y las eclosiones poco variadas o escasas.

Tememos que si esto continua por este camino, de aquí a no mucho tiempo nos veremos abocados a reducir nuestra afición a los tramos intensivos con peces de “plástico”, aún en mayor medida de lo que venimos haciéndolo actualmente. Como decíamos en un artículo anterior, en lo que se refiere a la gestión de pesca hay que destacar los notables esfuerzos que están realizando algunas Comunidades Autónomas. Otras, sin embargo, continúan inmersas en una más que preocupante y por momentos escandalosa dejación de funciones. De cualquier forma, el tema de fondo es que en gran medida y aún con el mejor criterio y buena voluntad, las administraciones ambientales autonómicas y sus servicios de pesca fluvial con demasiada frecuencia han de pelear por los ríos prácticamente en solitario, a contracorriente y con escasos medios.

Así las cosas, cada día que pasa es más urgente que el colectivo de pescadores “conservacionistas”, entendido como tal aquel que antepone la preservación de los ecosistemas fluviales a su propio disfrute como pescadores, sin distinción por uso de tal o cual técnica de pesca, seamos capaces de implicarnos más activamente y hacer oír nuestra voz en defensa de unos ríos vivos. Esto, evidentemente pasa, entre otras cosas, por guardar el más absoluto respeto a las normas de pesca vigentes o por asumir el captura y suelta como aptitud personal compatible con una pesca extractiva responsable. Sin embargo, lamentablemente vemos que esto puede no ser suficiente, y a los hechos nos remitimos. Por complejo y en ocasiones desalentador que pueda resultar oponerse a los atentados contra el patrimonio fluvial, hoy más que nunca hemos de plantear nuestras reivindicaciones como ciudadanos amantes de la naturaleza y usuarios pescadores ante cualquier poder público o interés privado empeñado en destruir o degradar los ríos de espaldas a la legalidad vigente y a cualquier ética natural y social.

Si un día, ya más que hartos, decidimos por fin “echarnos al monte”, documentando y denunciando las agresiones, alegando frente a proyectos u obras que degradan los ríos, avisando e informando de casos concretos a alguna organización que pueda apoyarnos, etc., comprobaremos que esta lucha casi siempre resulta harto difícil. Desde luego, no ayuda en nada el concepto y la práctica de “información” pública que ostenta demasiadas veces nuestro querido Ministerio de Medio Ambiente, singularmente a través de sus ramificaciones hidrográficas. A poco que batallemos en defensa de los ríos frente a vertidos, presas, centrales o minicentrales eléctricas, encauzamientos y dragados, minería, captaciones, etc., con toda seguridad empezaremos a sufrir demostraciones de prepotencia o injusticia administrativa, a menudo con agravantes de desidia e incluso de mala fe. Seremos entonces uno más de tantos sufridores de la intolerable desfachatez de unas autoridades hidráulicas que parecen mucho más empeñadas en obstaculizar la acción pública de los colectivos y ciudadanos preocupados por los ríos que en cumplir su obligación legal de facilitarla.

Una vez más lo hemos visto y de forma harto llamativa en la fulgurante resolución de la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) del famoso trasvase del Ebro. Las decenas de miles de alegaciones que recibió el Estudio de Impacto Ambiental (EsIA), incluidas las de nuestra Asociación, no han impedido que un proceso que en condiciones normales hubiera durado fácilmente al menos tres o cuatro años, se haya resuelto en apenas tres meses. Es lacerantemente obvio decir que ninguno de los ciudadanos y organizaciones que se han personado en el expediente de marras ha recibido cumplida respuesta del organismo competente rebatiendo los importantes, casi diríamos aplastantes argumentos esgrimidos frente al proyecto. Contra el vicio de alegar, la virtud de ignorar olímpicamente cualquier alegación por bien fundamentada que esté para, de un plumazo en el BOE, declarar ambientalmente compatible este trasvase.

Pues bien, amigos, tal vergonzosa y escandalosa actitud de nuestros administradores se reproduce a escala en la realización o autorización de innumerables actuaciones y proyectos más “modestos” que afectan a nuestros ríos a diario. Pueden ser canalizaciones o “acondicionamientos” fluviales, minicentrales, vertidos, etc. Ejemplos hay a mansalva, como incontables son las ocasiones en que el escaso plazo disponible para interponer alegaciones se hace muy corto cuando la Confederación de turno se permite no contestar siquiera a una petición de documentación del proyecto, formulada en derecho dentro del período legal de información pública. O cuando incumpliendo igualmente sus obligaciones legales, determinado funcionario se entretiene “toreando” sistemáticamente al representante autorizado de una organización, negándose a facilitarle la información solicitada, incluso advirtiéndole que ni sueñe que se le vaya a entregar una copia de los documentos aunque pague la tasa correspondiente, todo ello con absoluta ignorancia o desprecio de la ley vigente.

Tal y como están las cosas, los ciudadanos y organizaciones que plantamos cara a determinados proyectos durante su proceso de tramitación, cada vez más nos vemos necesitados de abogados profesionales en los mostradores de las confederaciones o del Ministerio. Se trata de una lucha sorda y dura, que requiere paciencia y constancia pero sobre todo recursos humanos y económicos. De ello se siguen valiendo los intereses creados en torno al agua de los ríos, porque no basta la conciencia del valor ambiental, social o cultural del agua y de los ríos vivos, ni siquiera a veces la acción pública de ciudadanos o asociaciones haciendo constar argumentos más que razonables frente a tal o cual desmán que les afecte. Está visto que con instituciones como nuestras confederaciones hidrográficas, netamente impermeables tanto a denuncias, quejas o alegaciones como a las críticas en los medios de comunicación, al menos con los departamentos que realmente controlan y deciden concesiones, autorizaciones o actuaciones en los cauces fluviales, a menudo parece que ya no cabe sino la acción judicial. Seguimos tomando nota de ello junto a muchas otras personas y grupos. Quizá algunos que por ahora se siguen creyendo invulnerables acaben como Benigno Blanco y algunos de sus compinches, teniendo que declarar en un juzgado como imputados por presuntos delitos cometidos en el curso de su función pública. Y es que, a pesar del negro panorama, también hay motivos de optimismo: la arbitrariedad, la injusticia, la escandalosa desfachatez y prepotencia de ciertos poderes públicos está concienciando y uniendo cada vez más a la gente. La cooperación entre organizaciones y personas preocupadas por los ríos avanza con firmeza, lo cual está permitiendo enfrentar cada vez mejor la desinformación y la gestión hidráulica practicada por las confederaciones y, en definitiva, la política hidrológica del Gobierno y el Ministerio, plantando batalla ya en la arena jurídica.

Ahora también es el momento de que todas las personas sensibles a las aguas y ríos con vida echemos una mano para evitarles nuevas amenazas y agresiones. Particularmente, los pescadores, tanto individual como colectivamente, podemos y debemos contribuir mucho más a la defensa de los ríos. Lo hemos dicho antes: puede ser formulando una denuncia, preferiblemente a través del SEPRONA; planteando alegaciones a determinado proyecto o actuación en un cauce; documentando casos, informando o uniéndote a otras personas u organizaciones preocupadas por estos temas… Amigo pescador, si de veras deseas defender los ríos no caigas en el desánimo, mantén los ojos y los oídos abiertos, lleva la cámara fotográfica y la agenda de teléfonos en tus salidas de pesca; si puedes o tienes facilidad para ello intenta mirar regularmente los boletines oficiales provinciales; busca camaradas dispuestos a pelear por lo mismo que tú…

Se trata también de asumir que en la defensa de los ríos, como en toda causa social, la unión hace la fuerza. Podrías asociarte a cualquier grupo u organización, de pescadores o no, que defienda tu río más cercano, o bien las aguas y los ríos en general. Eso es decisión tuya, y hoy existe una variedad de opciones para elegir, ya que cada vez son más los grupos y entidades preocupadas y actuando por las aguas y los ríos, a pequeña o a gran escala. Lo importante es que tanto tú como el colectivo que te acoja estéis dispuestos a luchar de verdad por los ríos, porque también hay demasiadas asociaciones dedicadas más que nada a su propia perpetuación. Ya sabemos que una cosa es hablar y otra es actuar; y desde luego, puedes estar seguro de que si tu preocupación por el río te lleva hasta nuestra Asociación no vamos a poder evitar compartir tu inquietud ni tampoco intentar asesorarte o ayudarte en lo que podamos. Y es que no siendo muchos ni teniendo recursos abundantes, sí que tenemos una pasión irreductible por los ríos con vida. Y es por eso que vamos a seguir defendiéndolos “a muerte” frente a cualquier amenaza gratuita o agresión irracional, con independencia, rigor, determinación y paciencia, pese a quien pese y en todas las instancias, siempre de la mano con cuantos otros amigos quieran sumarse a la lucha.

Remitido para su publicación en la revista Trofeo Pesca de enero de 2004. No publicado, por razones desconocidas a AEMS-Ríos con Vida.